miércoles, 30 de junio de 2010

El poder de la Señora

Aquel grupo tan variopinto de seres no podía ser llamado una "Orden", ni tampoco una entidad. Ninguno de aquellos seres hubiera aceptado, ni externa ni interiormente, la pertenencia a un grupo de personas semejante. Eran todos poderosos, pero también la mayoría eran a la vez retorcidos y mezquinos, y además, la mayoría era incapaz de ver a los demás.

Siempre se reunían en una casa vieja a las afueras, cuando unos ojos azules, en un mar lechoso, aparecían de improviso entre el sueño y la vigilia. Y entonces todos sabían que había llegado el momento, y al día siguiente, al crepúsculo, llegaban de todas partes a la sala oscura, donde los ojos azules aguardaban.

Y era en verdad hermosa, tan hermosa, que ninguno de aquellos seres era capaz de dejar de mirarla un sólo instante, y como la sala estaba en penumbra y la única luz era la que salía de su piel, jamás veían otra cosa que no fuera sus ojos. El silencio era perenne en las reuniones, pues ella hablaba a los corazones, y su mirada era tan profunda y penetrante que podía ver a través de los ojos, más allá del presente.

Si me lo preguntaran ahora, diría entonces que no hay poder más grande que éste que los ojos azules poseían, pues en verdad cualquiera de aquellos seres hubiera dado su vida por ellos. La hubieran dado sin pudor, sin mentiras y sin grandes oraciones, la hubieran dado con simpleza, con un sentimiento íntimo de amor absoluto y verdadero, sí, pero también un amor familiar, casi... maternal.


3 comentarios:

Ripser dijo...

y por fin los peces gordos, los retorcidos, los obsesivos, los estresados, conseguían una ración de esa dulce miel que les estaba tan vedada: el sueño.

Maullido de gato dijo...

qué cosa te inspiró para escribir ésto Luisito?

Anónimo dijo...

En Joaquín Rivero, profesor de filosofía, que me dijo que el poder podía ser otorgado sencillamente por una cuestión o una prueba... de amor.