El malvado estaba solo. Después de haber acabado con su mejor amigo, el secuaz impertinente, no hallaba consuelo en su alma, y ahora su silencio amenazaba con acabar con él.
El malvado estaba solo, y estaba solo porque había despreciado la amistad de los buenazos, de los débiles, y porque había destrozado la vida del secuaz impertinente. Desde su torre de ébano, observaba cómo los juglares componían canciones acerca de la vida que se daba él, y de cómo su crueldad había acabado con las ilusiones y la vida de sus víctimas. Los héroes finiquitados gracias a sus perversos planes bebían en la taberna, congraciándose de sus desdichas, y forjando amistades eternas, y amándose con las damas a las que el malvado había repudiado después de usarlas como si de herramientas se tratara. Y los juglares cantaban la crueldad del malvado, que se había erigido de los infortunios de los demás.
Pero estaban equivocados. El malvado no era feliz, el malvado lloraba y lloraba, por no tener a alguien más canalla y ruin al que echarle la culpa de todas sus desgracias.
7 comentarios:
La soledad de las alturas :)
El malvado no era tal, malvados eran todos los demás. Naturalmente, murió incomprendido.
El último comentario, Esquizombi, ¡es propio de un malvado!
Qué puedes esperar de un ser de ultratumba xD
¿ Por qué secuaz y no locuaz?
Un locuaz impertinente y adulador sería alguien más malvado y sobre todo no lloraría.
Los malvados no lloran.
Anónimo discreto.
^^ ¿Y he aquí el comentario de alguien más canalla y ruin? ¿O quizás alguien que no ha probado la maldad?
Bueno, bueno, de todas formas, ¡gracias por comentar!
Los malvados no lloran ni dan las gracias. Quizás no seas un malvado, sólo tienes el disfraz de malvado, o ¿ era maldito?
Anónimo discreto
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