El tonto creía haber entendido, pero era mentira. Era sólo porque el sabio hablaba con palabras simples, que parecían sencillas, encerrando un sentido complejo.
El pueblo, a su vez, creía que el tonto era un gran sabio, porque hablaba con palabras tan difíciles, y con sintaxis tan rebuscada, que sólo podía ser complejo aquello de lo que hablaba si en verdad se veía forzado a hablar así. Y del sabio no pensaban nada; se limitaban a discutir las posibilidades de las palabras del tonto.
El sabio se indignaba y pensaba que el pueblo no lo comprendía, pero también estaba equivocado; era él el que tampoco había llegado a comprender a los demás, a pesar de su sabiduría.
El presuntuoso... El presuntuoso estaba en lo cierto.
2 comentarios:
Y el observador no podía extraer una lección moral de todo ello, por más que analizaba, meditaba y toqueteaba sus ojos no los veía capacitados para tal labor :)
... dos o tres generaciones más tarde, nació un nuevo sabio que leyendo las famosas palabras del tonto, considerado por todos como un gran pensador, vino a dar con las mismas o parecidas ideas a las que tuvo el primer sabio sin saber de esta coincidencia. Sin embargo el nuevo sabio cometió el error de manifestar que el tonto lo era sin duda y fue quemado vivo por hereje.
Del presuntuoso no sabemos nada. Creyó que pasaría a la historia pero se equivocó.
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