miércoles, 26 de mayo de 2010

Tendencia a cuidar la falsa abundancia

–Dos mil seiscientas dos cicatrices en su pecho son las que pueden contar mis ojos esta noche…
–Sé que a cada pulso la observas, cuando sus senos son desprendidos de sus perennes compresas rojas, y se acogen a la luz argéntea de la madrugada, asomada en el balcón de las orquídeas, dando de mamar a sus retoños… luna tras luna.
–¿Por qué lo hace?
–Cada ocaso toma un escoplo y un mazo, frente al espejo. Cada vez martillea en un distinto lugar, pero siempre lo hace en el pecho… hacia el corazón. Luego de observarlo entre sus manos lo arropa en paños, y lo amamanta durante horas hasta caer rendida a la delirante extenuación. Por el día baja a las calles, acunando el nuevo brote de su ánima, en busca de algún corazón cansado, algún corazón doblegado a la lengua ávida o a las nervudas raíces del discernimiento, y así poder sumergirse entre ajenos huesos, donde poder completar resquicios que el vacío habite. Los versos melancólicos, la voz narcótica, el perfume melifluo de su cabello, ademanes libidinosos y maneras etéreas, acaban por someter a la víctima, por constreñir su pecho hasta hacerlo transigir a su trueque. Y los corazones cambian su jaula.
–¿Y qué hace con el nuevo corazón?
–Nada especial. Probablemente lo tire a los perros, al río o las raíces de un árbol. Lo único que necesita es que adoren el suyo. Lo demás deja de importarle.

5 comentarios:

_Greed_ dijo...

Es curioso que no pones etiquetas, aunque también es cierto que esto que escribes resulta inclasificable...

Invita a segundas lecturas, muy bien.

rafarrojas dijo...

me gusta, si eso te sirve de algo

Manuel dijo...

Siempre de algo sirve manifestar opiniones; gracias

El tema de etiqueta, sinceramente, se me ha olvidado que existieran, así que ahora le colocaré algunas.

Unknown dijo...

Algunas de las frases más bellas que he leído jamás descansan aquí, en este texto.
Me debo quitar el sombrero mientras mi cerebro vuelve al mundo terrenal tras semejante orgasmo léxico.

Unknown dijo...

Que fuerza Manuel. Mi espiritu literario te ama ahora mismo con todo su corazón : )