viernes, 21 de mayo de 2010

Diapositivas

Con el recuerdo de la joven de pelo negro, rostro pálido y risa cristalina me pasé la mano por los labios, deseando recordar el sabor de los suyos. Poco a poco todo mi ser fluía a través de las heridas, fundiéndose por el agua y perdiéndose para siempre. Pero entretanto, todavía era yo mientras me quedaran mis recuerdos. A la conciencia me vino entonces aquella ciudad que se había quedado desierta con mi llegada, y también aquel viejo de pelo canoso, mirada penetrante. Los esfuerzos, las guerras, los amores y las pasiones, todo fluía hacia alguna parte, para empezar de nuevo o para acabar del todo. El aburrimiento de las tardes ociosas, el estrés de los días rojos y frenéticos, más tarde o más temprano, se amalgaban y se confundían.

Al final, unos ojos azules me miraban desde un infinito lechoso, blanco de muerte y de purificación, de final de este relato. Me estaba muriendo. Quizá fuera Dios.

O quizá no.

1 comentario:

Unknown dijo...

Es muy sensitivo, muy onirico. Mi estilo vamos tu sabes ...Me gusta : )