lunes, 24 de mayo de 2010

A Ojod'oro

Por exasperados y demenciales que fueran sus aullidos, nadie parecía oírle. Desistió, tras largo rato -¿horas? ¿minutos?-, de demandar auxilio, al cerciorarse de que no le iba a socorrer nadie. Estaba solo y debía encontrar la manera de salir de allí, solo.


En un principio pensó que se encontraba apresado merced a una broma desagradable, a alguna suerte de complot en su contra o a una necedad médica. Maldijo mil veces a aquel que cerró -hacía horas o días- la caja de pino. Por mucho que se devanaba los sesos, lo que le parecía el recuerdo más reciente, que adquiría ya tintes de ensoñación, era poco esclarecedor. Recordaba un techo grisáceo, una lámpara, una mosca revoloteando en torno a una bombilla, y una respiración grave y pausada, mas no enferma, que debía de ser la suya propia echado sobre el edredón.


En verdad no se había sentido demasiado achacoso aquellos últimos días. Pensó que todo podía deberse a algún infarto rastrero, del que la humedad, los golpes, el tiempo podían haberlo rescatado. Quizás un enemigo se lo topó en pleno sueño, al ver su semblante pálido y su pecho casi inmóvil podía fácilmente haber orquestado una trama de farsas para conseguir su entierro en vida si hubiera sido algo avispado. Repasó mentalmente el listado de sospechosos. No recordaba haber ocasionado perjuicio a nadie, en su día había sido un buen samaritano, un hombre caritativo y devoto. No entendía por qué a él esa exasperación, la perspectiva de esa larga agonía hasta morir de hambre, preso por cuatro clavos, un par de tablas, o algo similar.

Interrogó la cuestión en nuevos alaridos sanguinarios, pero hubo de cesar definitivamente al empezar a sentir la sangre ardiendo en su garganta.

Por supuesto, la idea de estar muerto era inconcebible para su sustancia pensante, pero aún no había reparado en multitud de opciones. Intentó repasar las posibilidades con fidelidad, sintiéndose cada vez más cómodo sobre la superficie en que reposaba.
Podían haber sido extraterrestres. Quizás el compartimento en que se sentía preso era una cápsula camino a Orión, y él se iba a encontrar en breve ante los embajadores galácticos, como representante de toda la especie, todo el planeta, o toda la galaxia. Por instantes experimentó un caluroso sentimiento de importancia al haber sido elegido. Pero el silencio, el terrible silencio, distaba bastante de su concepto de "compartimentos traseros de un galeote espacial".

Lo cierto es que la idea de hallarse lindando con trayectorias de gusano y bulbos expansivos del subsuelo se imponía por sí sola como la más plausible, para su desgracia. ¿Qué decrépita especie alienígena habría escogido a un señor mayor de 60 años como epítome terrestre? Trató de dar con alguna respuesta más edulcorada o esperanzadora, pero no pudo, por mucho que su mente vagó por todas las oportunidades que a sus huesos podían ser concedidas. Se deprimió hondamente, y el tiempo siguió pasando.

Tras un prolongado rato tormentoso -minutos u horas-, comenzó a re-animarse, y al mismo tiempo comenzó a aburrirse. Ningún entretenimiento le iba a evitar, empero, más suplicio. Se dio cuenta de que poco más podía hacer ya que abrir los ojos, alejarse de hipótesis cerebrales y empaparse de la negrura del féretro, que sentía le rodeaba como un abismo, o entretenerse contemplando alguna imperfección en la madera de su cárcel, si alguna tenue luz pudiera captar.
Abrió los ojos. Y un blanco aséptico lo inundó, y por un momento tuvo que pestañear, pues era casi dañino a la vista.
No daba crédito. Adelantó una mano para palpar la pared blanca, que lo rodeaba, y encontró que era tersa, sin imperfecciones, y, lo que más le sorprendió, curva por todos los lados.


Rompió la cáscara de una patada.

4 comentarios:

Maullido de gato dijo...

Me encanta óscar,pero quiero una aclaración sobre el título...

ya hablaremos ...

Manuel dijo...

Coincido con la señorita de arriba, me parece un texto muy ingenioso

_Greed_ dijo...

C'est magnifique!

Aunque le veo sólo un dato que se me hace confuso, cuando habla de la caja de pino.

¿Es que siempre tiene los ojos tapados y sólo al final se da cuenta de que es un huevo? ¿O es que al principio tocó, era una caja de pino, y luego se metamorfoseó?

Disculpa mi ignorancia simbólica, Óscar

Ripser dijo...

No hay fundamento para dudar de que todo lo que hipotetizamos sin experimentarlo/verlo realmente es ambiguo y engañoso.