jueves, 2 de septiembre de 2010

La despedida

La tarde se fundía en una noche inolvidable, y el padre de nuestro protagonista miraba frustrado unas cuantas facturas, ajustándose cada poco tiempo sus gafas de leer. Desgañitándose, el hijo cavilaba si entrar o no en el salón, para contarle la aterradora conclusión a la que había llegado luego de un mes, quizá dos, pensando sobre su vida.

- Entra, hijo. Es ya casi la hora de irte, ¿vienes a despedirte? - dijo el viejo patriarca.
- No, todavía me queda un rato, supongo, antes de volver a casa -
- Ah -

Y se produjo un silencio atroz, durante el cual la culpabilidad del hijo crecía y crecía sin cesar. No importaba cuánto tiempo pasara o cuánto madurara éste último, siempre serían padre e hijo.

- Escucha, papá... hay algo que tengo que decirte, y vengo cavilando desde algún tiempo...

"Ya está" se dijo el padre. "Lo va a soltar, es un homosexual. Yo ya se lo dije a su madre cuando rompió con la novia esa suya. ¡O cuando apareció maquillado en la casa por un concierto de rock o algo así! Y eso de que no le guste el fútbol o algo, eso seguro que se lo ha pegado su hermana. Siempre ha sido un poco afeminado y ahora por fin se ha decidido, pero yo soy un buen padre y me mostraré comprensivo"

- Vamos, hijo, ya lo sé.
- ¿Lo sabes? ¿Te lo ha dicho ya mi hermano?

"Caray. Así que su hermano lo sabía. Si al final voy a resultar que soy el último mono, pero bueno, supongo que es esta pinta tan severa que tengo, claro, le daría miedo contármelo, el pobrecito... ¿o ahora voy a tener que pensar que pobrecita?"

- Sí, sí. - Mintió - Ya lo sabía, ¿o te crees que tu padre es tonto? - se levantó para abrazarle - Pues sí, hijo, sí. Pero soy un padre comprensivo, yo te dejo hacer lo que tú quieras, sé que ya eres dueño de tu vida, y puedes entregarla a quien te parezca.

El hijo se sintió avergonzado, pero decidió no hablar más del tema. Cualquier palabra de más que pudiera decir su padre podía hacer que su tentativa de suicidio fuera cambiada por un sentimiento de amor filial, pero en lugar de eso estas palabras reforzaron su principal idea: suicidarse para evitar todo posible infortunio en la futura vida, ya que el prudente no aspira al placer, sino a la asuencia de dolor.

- Gracias, papá. Ahora sí puedo marchar en paz. -

2 comentarios:

Cristina Domínguez dijo...

Alah, ¡hoy veo suicidios por todas partes!
Pero me recuerda a un texto que nos dió hace tiempo mi profesor de filosofía.

Ripser dijo...

XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD


Un 10 en "interpretación"