martes, 13 de julio de 2010

A ratos...

Hemos venido aquí para matar por un ideal, que a ratos sabe dulce y otros sabe a sal. Ha guiado y guía nuestras vidas hacia la mejor vida posible. Hemos venido decenas, cientos, miles, ordenados todos iguales, seccionados cuidadosamente, elegidos para representar nuestro ideal, que sabe más dulce cuantas más victorias a nuestro paso. Detrás nuestro, los pueblos han probado ya su sal, la sal del hierro y del polvo de la tierra, pero pronto aprenderán a encontrar el dulce en esta nuestra vida, tan salada y dulce a la vez. Allá vamos. Mientras volvemos con las familias, cargados de regalos exóticos, qué tan dulce, tan dulce, tan dulce. Mientras volvemos a sentir el calor de nuestra mujer, qué tan dulce, tan dulce, tan dulce nuestro ideal. Mientras dormimos, despreocupados por los espíritus que han probado la sal, qué dulce, sí, qué dulce nuestro ideal. Cuando nos estés juzgando, quizá sepa dulce o quizás sepa a sal. Cuando estés encima de nuestros cráneos, doscientos años después de que ellos vinieran, entonces ya no habrá dulce, lo siento, más sabrá a sal que otra cosa.

3 comentarios:

Manuel dijo...

Terco bote de dogmatismo naufragando en un océano de historia perspectivista

Ripser dijo...

La sal de la tierra mortuoria es el único sabor certero.

Anónimo dijo...

Chupidubi.

(Rubén)