Él seguía sin entenderlo. A pesar de que todos habían deseado que se perpetrara aquel asesinato, se hallaba estúpidamente condenado a la horca por haberlo cometido. Todos habían deseado la muerte del maldito tirano, y aún así ahora se sorprendían:
¡Monstruo, monstruo! lo llamaban.
Él no lo había entendido desde el principio; ellos querían "muerte", no "la muerte" de alguien en concreto. Ahora gritaban y esta vez, el caprichoso destino le había puesto en sus zarpas...
2 comentarios:
No sé en qué estaba pensando cuando esto me pareció una gran idea, o cuando me pareció bien escrito.
A mí me gusta, porque es extrapolable al antitaurinismo.
Ahí queda eso :)
Publicar un comentario