domingo, 18 de julio de 2010

Chefchaouen (2º día desde la partida)

Doquier diriges la mirada, los oídos, los dedos, lo místico, lo asceta, la fe, se sienten en el viento, en las paredes, en los rostros en forma de pasión austera, sincera, encarnada, poco acostumbrada de nuestra tierra de bombo, plato y boquilla. Zarandean la conciencia, despojan de la piel de lo superfluo los ojos occidentales que, renegando de la modernidad, hastiados de la insípida existencia mecánica, han partido y enclavado sus almas en este lugar, en la serenidad catártica de los Montes Atlas; y ahora contemplan los turistas, con sus cámaras, sus mochilas y sus aficiones insignificantes como perennes niños ignorantes del verdadero significado de la existencia.

En una cultura muy sujeta a la cadencia (donde el hijo de cabreros será padre de cabreros) la mano de Occidente que ofrece a los jóvenes oportunidades para poder escapar a un sino se picos y palas en las zanjas de la frontera está callada y latente (una realidad cuya perpetuidad no parece alarmarnos). Sin embargo es voraz su garra junto a los tenderetes de ventas de alfombras y forja, donde descansa un muro blanco y añil en que cuelgan decenas de camisetas de equipos de fútbol europeos; a la sombra de los pórticos de las mezquitas donde toma un imán la sombra, calzando un par de adidas; o en una roca junto al camino polvoriento hacia Brikcha, donde un anciano ermitaño disfruta bajo un alcornoque de su coca-cola en lata.

La calidez, la gratitud y el hospedaje aguardan en la puerta de cada hogar, y un gesto amable corona cada esquina y cada terraza. El color de las paredes, las piedras de la calzada, los senos del sendero, los frescos rincones y las escaleras tortuosas que conducen sin fin a nuevas casas, nuevas rutas, nuevos escondites, mágicos, resplandecientes... todo emana fulgores de empatía, sosiego, acogimiento.

Sólo una excelencia aquí es vedada: la del cabello color noche, tejido como violentas olas; la de la piel tostada color miel; la de las formas como las dunas, salvoconducto del frenesí y la vida... Ocultos bajo el perturbador velo de obstinado dogma. Aun así bastan los ojos como almendras inmensas pintadas de la noche más abisal, para mostrar, a su través, todo cuanto cabello piel y formas esconden.


3 comentarios:

_Greed_ dijo...

Me encantan los diarios de viajes, así que no puedo menos que apreciar este extracto.

Éste, además, también podría parecer el extracto de un libro de aventuras... que también han sido siempre grandes influencias para mí.

:D

Ripser dijo...

Ídem

Añado que,si bien soy el único de los escritores de este blog que no ha pisado aquel país, tras tu relato del viaje he elegido otros destinos como "viajes preferentes".

Y no porque lo descrito por ti me parezca insulso, sino todo lo contrario, es quizás por su propia plétora que me encapricho de otras preferencias más desconocidas hasta el momento... y también, claro, por caer en la cuenta de que hay muchos lugares intrigantes donde las curvas no están enlutadas xD

_Greed_ dijo...

"... donde las curvas no están enlutadas"

Ad infinitum XD