jueves, 17 de noviembre de 2011

Las manos


Un día de estos, te voy a regalar mis manos.

No sé qué querrás hacer con ellas; yo te digo que las echaré de menos. Me buscaré otras manos, unas que sirvan para las necesidades básicas y poco más, o para que las chicas no salgan corriendo cuando me vean.

Pero a tí te daré mis manos. Si soy un idiota, ¿cómo iba a poder escribir con la cabeza? Seguro que está en las manos. Y ya no habrá en mi nada de impresionante y nada de orgulloso, y tú podrás verme como lo que soy, un vil gusano. Y entonces seré tuyo para siempre, mamá, y tú no podrás hacer otra cosa que cuidarme o dejarme morir. No podré hacer gestos cuando hablo, no podré llamar la atención de los demás en mis discursos. No podré pelear y tampoco podré excitarme, sólo seré una especie de masa informe lloriqueante, un idiota que se cortó las manos porque quería regalárselas a su madre. Todo eso haré, y no caerá que caiga en saco roto. Lo haré para, en mi llanto y en mi pérdida, en mi derrota, convertirme en el más humilde de todos los perdedores.

En mitad de tu llanto, cuando ya no puedas más y clames por mi buena muerte, yo diré, por fin, triunfante: TE LO DIJE, MAMÁ. NO PODRÍAS CUIDARME SIEMPRE.

No hay comentarios: