Nunca había habido tantas golosinas en el cuenco. En los buenos tiempos, dos o tres, a lo sumo cuatro. Los pilluelos no podían esperar, y prácticamente las devoraban a todas horas. Les comprendo...
Es la pasión, Francisco.
A veces, había cuatro. Se esperaban. Se juntaban para comérselas, ya sabes. Los días especiales. Comían casi a todas horas, pero había días que se esperaban concretamente, los que tenían hambre aguantaban como podían, se mordisqueaban las uñas, con tal de esperar a los demás.
Y parecía que no comían otra cosa sino aquellas golosinas, pero no... ya descubrí eso más tarde.
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