jueves, 25 de agosto de 2011

Tanto

Entro y las compuertas se cierran tras de mí. Aquí dentro tanto metal y espejo no me acobardan. De puntillas y alargándome pulso el más alto botón sin número, para que me lleve lejos en este cajón cerrado. Donde no da el viento, quiero una sombrilla para el Sol, una silla y un paraguas donde no hay lugar apenas para una caja de cigarros. Dejé fuera las pastillas y las cerillas porque sabía que allá arriba no encontrarían ser el Sol ni la vida eterna. Ahora sé que hubieran sido inútiles, porque no podría dejar de soportar tanta úlcera y tanta oscuridad. En este cajón cerrado, me harían olvidarme con tan poca palabra. Ni siquiera la ventana de cartón que dice “Soy las estrellas, las nubes, un lago y los árboles” me logran convencer de que en realidad, no es mejor decir “Sí, casi logro recordarlo”; sino “tómame, ya no me necesito”. Pasan los años y no ha dejado de defenestrarme contra el metal que hay detrás suyo. Así que un día, desnudo y sólo calzando las babuchas, me dejé ahí dentro porque el trueno dejó de ser suficientemente desagradable hace un tiempo. Ni siquiera tanto brillo y tanto frío lacerante me hacían sentirme más allá de mis labios. Salgo, y aquí fuera no me encuentro ni un centímetro más arriba que cuando de puntillas estuve más cerca del cielo. Ahora volando quimeras en el prado, creo que he alcanzado lo que buscaba. Soy las suyas. E Ícaro la próxima vez, vendrá sin alas.

1 comentario:

Ripser dijo...

Ícaro es una urbanización cercana al feng shui de chiclana, en uno de cuyos muros hay dibujado a lápiz un sol enorme.