domingo, 28 de noviembre de 2010

La gata de puerto

A menudo pienso en lo que significó para tí esta ciudad. Persigo tu rastro en ella, pienso en tí a través de ella. ¿No fuiste maravillada por sus grandes edificios, soberanos, erguidos y puntiagudos ante el sol otoñal?

Es una ciudad grande ésta, donde los árboles crecen bien altos, alimentados y regados por un asombroso sistema de regadío, producto del raciocionio humano... Sin duda, la comodidad estuvo al alcance de tu mano. ¿Tomaste el café del Bar Abundancia? ¿Visitaste en el ocaso el parque de los espejos, observando la luz desde todos los ángulos posibles?

Siempre que la recorro de punta a punta, ahora que aún es nueva para mí, pienso en tí un poco, busco tu rastro. ¿Probaste su sistema de transporte, viajaste en los cómodos asientos, sentiste el calor de la gente que va y viene a de sitios desconocidos? ¿conociste a los habituales de la Avenida de la Vergüenza? Ellos me contaron que te vieron, dijeron que estabas extasiada de placer, pero que también podías estarlo de tristeza.


Y al fin y al cabo, ¿No soñaste, no reíste, no odiaste, en definitiva, no viviste?

Dime, gata callejera, ¿qué te impulsó a volver al mar? ¿Las calles eran demasiado estrechas para tu alma marina?

3 comentarios:

_Greed_ dijo...

¡Caray! ¡Una entrada programada!

Cristina Domínguez dijo...

¡Qué cosa tan rara!

rafarrojas dijo...

... mientras abandonaban el barco, huyendo del gato, las ratas se quejaban amargamente de la agencia de viajes que les había prometido "un delicioso crucero en la bodega de un barco de carga, con todas las comodidades"...
La gata, por su parte, se acordaba con agradecimiento de la agencia de viajes que le había prometido "un delicioso crucero en la bodega de un barco de carga, con todas las comodidades"...