jueves, 25 de noviembre de 2010

El espantapájaros

Dices bien, amigo, si efectivamente piensas así. Dices que amas al pájaro porque es libre, y te gusta verlo volar, allá por donde tú vayas, e incluso más allá. Dices que el pájaro puede posarse mañana en el alféizar de la ventana de otro, y entonces quizá oigas sus cantos, y te regocijes de su felicidad.

De modo que eres de los que piensan que mientras el pájaro vuele, transportará parte de tu felicidad allá donde vaya, ¿no? Es un poco así como que con el sólo pensamiento de su felicidad, hay una réplica en tí de ese preciado sentimiento. No, no eres el primero que conozco así, sólo que me sigue sorprendiendo.

Estás hecho todo un romántico, ¿eh?

Porque si yo estuviera en tu lugar, y de veras amara a un pájaro, créeme que lucharía porque me salieran alas, me alzaría por encima de todos los que me lo impidieran, y mi rugido se oiría más allá de las nubes y de las estrellas, y derribaría las leyes de la física para el frágil pajarito si fuera necesario...

Pero eso, claro, sólo sería si pudiera amar...

2 comentarios:

Cristina Domínguez dijo...

To bonito y triste al finaaal.
Rugiendo cual león.

Anónimo dijo...

Me encanta. Sobre todo lo de: "No, no eres el primero que conozco así, sólo que me sigue sorprendiendo."
Quizás sea porque a mi aún me sigue sorprendiendo...
María.