domingo, 30 de junio de 2013

Los placeres esquivos

- Ahora agáchate.

Mis ojos no hubiesen soportado otro vistazo, y giré a la cabeza, permaneciendo detrás de la cortina, agazapado. Quise inmediatamente salir de la habitación, pero sabía que sería descubierto.

Él permanecía de pie, y una sonrisa de satisfacción se adivinaba en su mirada, aunque sus labios permanecían severos. ¡Qué duro en sus castigos! ¿Cómo podía la criada soportarlo siquiera, cómo no escapaba inmediatamente, por qué permanecía allí, en esa sala, agachada frente a él... ? La postura era casi imposible, y se diría que nadie podría soportar ese dolor físico voluntariamente.

Vino entonces el mayordomo y trajo más muchachas. Estas contemplaron a la humillada criada con diferentes emociones, que iban desde el espanto hasta la divertida lascivia. El amo asintió al mayordomo y también aparecieron mancebos, cuya descripción y recuerdo me produce un dolor profundisimo, pues estaban mutilados de una manera horripilante, de una manera que sólo una mente retorcida sería capaz de comprender; no lo hice yo por tanto. Las muchachas estaban sanas, pero estos jóvenes parecían haber participado de los caprichos del señor desde hacía largo tiempo.

Cada impacto era una pequeña aguja que se me clavaba en la mente y cuya herida pensaba que no cicatrizaría jamás. Y allí estaba el Perro, allí estaba junto a su amo, mirándolos. No parecía inmutarse; de alguna manera sabía que debía permanecer quieto, sin esperar nada.


Es por el arte

Nuestra historia es muy bonita y tiene un final muy feliz. La pena es que nadie vaya a comprarla.

Mejor esclavos

Días después, el olor almibarado de aquella habitación, los gritos y los orgasmos seguían produciéndome escalofríos. ¿Cómo haría yo para olvidarme de todo aquello? ¿Cómo podría continuar mi vida a partir de ahora?

El Perro me miró, mostrándome una sonrisa cálida y ofreciéndome, empujando, un cuenco con una bebida caliente.

- Ahora te comprendo, mi silencioso amigo. De todos los espíritus que en mi vida he conocido, tú eres el más callado, y sin embargo, del que más he aprendido. Quizás lo bueno de tu mudo discurso ha sido el principal protagonista; el hombre a quien sirves. Tú me has enseñado a un hombre, y aunque yo no lo comprendía al principio, me has enseñado al Hombre.

Seguía mirándome con sus ojos vivos, el bello dálmata parecía comprender todo lo que le estaba diciendo

- La libertad de un hombre no conoce límites más allá de su poder y sus capacidades. El Hombre es también libre para las peores fechorías y los mayores atropellos.


Pereza

Ella se imaginaba un mundo perfecto en que ambos no tuvieran que levantarse jamás; él ya lo había construido; una tumba bajo seis pies de tierra.

Regreso a la tierra quemada

Tuve un impulso de que supieras que te habías equivocado. Tuve un impulso de hacer que fueras infeliz, de recordarte todo lo que pudiste tener, de negar todo lo bello que te había pasado. Tuvimos una breve conversación; parecías distante, segura, distraída. Quizá pensabas en aeroplanos, en exámenes o en las nubes que yo no te dejaba ver.

Yo no podía soportar la idea de que hubieras sido feliz sin mí, y tú sin embargo, en aquel día soleado, me rechazaste.