Días después, el olor almibarado de aquella habitación, los gritos y los orgasmos seguían produciéndome escalofríos. ¿Cómo haría yo para olvidarme de todo aquello? ¿Cómo podría continuar mi vida a partir de ahora?
El Perro me miró, mostrándome una sonrisa cálida y ofreciéndome, empujando, un cuenco con una bebida caliente.
- Ahora te comprendo, mi silencioso amigo. De todos los espíritus que en mi vida he conocido, tú eres el más callado, y sin embargo, del que más he aprendido. Quizás lo bueno de tu mudo discurso ha sido el principal protagonista; el hombre a quien sirves. Tú me has enseñado a un hombre, y aunque yo no lo comprendía al principio, me has enseñado al Hombre.
Seguía mirándome con sus ojos vivos, el bello dálmata parecía comprender todo lo que le estaba diciendo
- La libertad de un hombre no conoce límites más allá de su poder y sus capacidades. El Hombre es también libre para las peores fechorías y los mayores atropellos.
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