martes, 12 de octubre de 2010

Fragmentos póstumos

No sé si vosotros conoceréis la sensación que me impulsó a fugarme de casa. Era un vacío, un vacío de sentimientos. Dos semanas antes de mi décimo séptimo cumpleaños, y me sentía como parte de un puzzle: una pieza de madera, compuestos orgánicos de algo que estuvo vivo, pero ahora que sólo son una inerte pieza de algo que no alcanza a comprender.


No me preguntaba qué pasaría el día de mi cumpleaños, lo sabía. No pasaría nada. Ningún amigo me prepararía una fiesta de cumpleaños, no recibiría ningún regalo. Ninguno por el que diecisiete años de vida hubieran merecido la pena, desde luego. Mi vida era mediocre. Tenia un padre, una madre, y un hermano que era un buen ejemplo a seguir.

Yo no era un buen ejemplo a seguir. Y aunque lo hubiera sido, a nadie le habría importado. Me sentía como un perro al que forzosamente hay que darle de comer, no vaya a morirse. Esto no sería bueno, por supuesto. Probablemente yo también tuviera algo de culpa en esta situación. Nadie es inocente.

La idea de fugarse aparece un dia, de repente, y entonces nos reprimimos. En ocasiones, se presenta al borde de un precipicio, o de una gran ventana, o quizás al sostener un cuchillo. Pero, por mucho que desesperados nos aferremos a nuestras cadenas, ya es demasiado tarde; y todos nuestros pensamientos nos llevan a soltar nuestras cadenas, a levantarnos y camnar, para no volver jamás. Inconscientemente, empezamos a prepararnos para nuestro viaje, dónde ir, cómo comer. Entonces es cuando llega esa sensación que trato de transmitiros, esa sensación que trato de transmitir. Únicamente estamos aquí para los demás, ya que nosotros hemos empezado a marcharnos.

Las cadenas y los lazos que teníamos con los demás comienzan a debilitarse, y conforme pasa el tiempo, ya no existen estos lazos. Estamos sólos, sí, pero libres. Ningún viejo amigo nos echará en falta; nuestro hueco en el puzzle ya ha sido rellenado.

Cuando nos hemos dado cuenta de que sobramos en la celda, sólo nos queda abrir la puerta, no importa que miremos atrás, ya no hay nada, todo está delante, detrás sólo sombras, pues caminamos hacia el ocaso. La larga noche se prepara, coqueta, en el frío aire se respira libertad.

4 comentarios:

Esquizombi dijo...

La etiqueta "alegoría" me hace pensar, no obstante es una referencia extradiscursiva. ¿Sueles guiar los relatos?

Me gustaría más con hitos argumentales (aunque naturalmente tú no escribes para complacerme a mí sino para expresarte, claro). Y naturalmente el canon está para desacralizarlo y hacerle cosas feas (AKA violaciones reiteradas).

Cuidado con las comas, a veces sacan al lector de las ideas proyectadas.

Buen trabajo ;)

Cristina Domínguez dijo...

Me gusta.

Anónimo dijo...

Vaya... esto me suena.

Alas Daëva dijo...

Curioso...nunca leí nada sobre romper cadenas utilizando el desgaste del tiempo...

A mi esto también me suena..."entonces me iré y nadie sabrá que me he marchado" pero a menudo a todos nos gusta pensar que alguien se dará cuenta de que ya no estamos ahí...seremos los protagonistas que nunca fuimos por el espacio dejado en nuestra ausencia...
Claro que eso no ocurre con las celdas de las que verdaderamente se quiere escapar, de las que es mejor salir sin dejar el más mínimo rastro...